La vecina de Piñeyro es
proteccionista independiente
Cuando uno atraviesa el umbral de la puerta de la casa de SILVIA Beatriz Ríos, es recibido por una verdadera jauría de perros. Lejos de ponerse agresivos o a la defensiva, los animales ladran, saltan, olfatean. Se alborotan. Y parece que festejaran la llegada del visitante, custodiándolo a lo largo del pasillo de acceso.
Para que amainen un poco, SILVIA toma su varita mágica -un rollo grueso de papel de diario- y la golpea enérgicamente contra la pared, como cuando las maestras hacen lo propio con el canto del borrador en el pizarrón, para pedir un poco de silencio en el aula.
«¡Vamos! ¡Cada uno a su lugar!, exclama, enérgica, SILVIA. Y de inmediato, cada uno de ellos comienza a dispersarse y a ocupar su sector preferido de la casa.
«Yo los educo, y la verdad es que son muy obedientes», dice, orgullosa, mirándolos de reojo.
A SILVIA Ríos -prefiere omitir su segundo nombre porque no le gusta- siempre le fascinaron los animales y es proteccionista independiente de perros, desde hace ocho años.
«Me dedico a esto desde que me separé», advierte. «A mí siempre me encantaron los animales. Nosotros antes teníamos unos pequineses. Eran cinco y quedó uno solo, de esa camada. Después empecé a «levantar» uno, otro y otro y los iba trayendo a mi casa. En un momento, llegué a tener cerca de 50 animales. Pero los fui dando en adopción», cuenta Ríos, vecina del barrio de Piñeyro.
En la actualidad, la situación de SILVIA se está haciendo muy cuesta arriba, porque aloja en su hogar a 34 perros callejeros. Según cuenta Ríos, hasta hace un tiempo, a medida que iba rescatando a los animales del abandono, los iba entregando luego en adopción. Pero actualmente se le dificulta la reubicación de los perritos que tiene y sigue encontrando ejemplares en la calle.
«Ahora es como que no hay recambio. La gente busca más a los cachorros, y entonces tengo varios perros adultos que me fueron quedando. A esta altura, ya los considero míos, porque no se fueron nunca en adopción», expresó con resignación.
«Estoy sola en esto y la lucho sola», enfatizó SILVIA, al tiempo que relató cómo empieza su día con sus «amores». «Me levanto a las siete y media de la mañana, porque éstos (mira a sus huéspedes) tienen que salir para hacer sus necesidades. Salen todos «sueltos», excepto uno que se está recuperando de una sarna y otra que tiene demodexia (una enfermedad de la piel de los perros, producida por un ácaro, cuando el animal atraviesa un cuadro de estrés). A estos dos los saco atados, porque no saben todavía andar en la calle».
Ríos destacó que cuando los saca a pasear «por más que ellos salen con toda la alegría y con ganas de jugar y de correr, obedecen. No cruzan la calle, saben donde termina el cordón. Y se mantienen hasta ahí. Así que damos vueltas a la manzana. Les encanta ir hasta la mitad de cuadra, donde está lleno de pasto, y les encanta jugar ahí. Aman jugar en el pasto. Por eso sueño, algún día, tener un despacito de tierra para ellos».
La manada tiene una predominancia casi absoluta de hembras. Es que son sólo tres los machos: Puppy, Jagger y Paul. Las más inquietas de las «chicas» son Mamina, Dalma, Milagrito, Camila y Candelaria, que de a ratos se acercan para reclamar mimos y caricias. Lo cierto es que la casa está dividida en tres grupos. Una decena de perras se ubican en la habitación de la ochava, y están separadas del resto porque son «cachorronas». «Son las más hinchas», comentó su protectora, «así que les dejo las menos cosas posibles a su alrededor, para que no rompan nada». El segundo gran grupo (conformado por catorce animalitos) deambula por el living-comedor de la casa y los otros diez restantes, en la terraza. Cuando SILVIA sube a limpiar, estos últimos dos clanes se juntan en total armonía, para echarse a tomar sol.
Loca, pero feliz
Tener un perro, o cualquier otro animal doméstico. implica un montón de obligaciones que no siempre los dueños -o adoptantes- están dispuestos a asumir. Hay que vacunarlos, darles de comer, cuidarlos, hacerles compañía, bañarlos, mantenerlos en un lugar confortable.
SILVIA ha rescatado de la calle a perras a punto de parir, perros enfermos de moquillo, sarnosos, desnutridos. En todos los casos, el cruel denominador común es el abandono.
«Algunas personas, deliberadamente me dejan sus perros en la puerta de mi casa, o atados al árbol. Ni siquiera tienen la delicadeza de avisar que los dejan abandonados», se queja, indignada.
Pero tampoco tolera el maltrato hacia los animales. «A este animalito ¡se ve que le han pegado! Porque vos te acercas para hacerle una caricia y grita y se hace pichi encima, es terrible cómo está, pobrecito. Y a esta chiquita, la rescaté en fin de año, porque unos desalmados la tenían atada a un poste de luz, quemándola con petardos».
«En el barrio, los vecinos saben lo que yo hago», prosiguió Ríos. Hay algunos que me critican, que me consideran «la loca de los perros». Pero como la mayoría tiene perros, también están los que me quieren. Porque cuando a alguno le pasa algo, me llaman y allá corro para ayudarlos. Me dicen: «Vos, que entendés, ¿qué tiene? Si es una herida, se la curo.
Si bien SILVIA dispone de cierto espacio en su casa para que sus protegidos estén cómodos, el principal problema consiste en afrontar los gastos que involucran los alimentos, los artículos de limpieza y los medicamentos de los perritos, independientemente de las consultas al veterinario y las castraciones.
«Sólo entre alimentos y limpieza tengo un costo aproximado mensual de $ 1500», explica.
Ríos no siente vergüenza en pedir la ayuda necesaria: «Tengo mi página (http://www.amoresenadopcion.blogspot.com/), utilizo el facebook también para publicarlos. Me ayudan las «madrinas». Las madrinas son esas personas que también aman a los animales, que no pueden tenerlos, por cuestiones de lugar, tiempo, obligaciones o por lo que fuere. Pero colaboran con su manutención».
SILVIA también ha abierto una caja de ahorro en el Banco Provincia de Buenos Aires, en la sucursal de la Av. Galicia al 600.
Su elección: «Al que quiera venir a mi casa le tienen que gustar los animales, y que no le moleste que haya pelos... Me aceptan cómo soy y con lo que tengo. Mi familia me dice que me deje de hinchar con los animales, que no tengo vida. Pero para mí, mi vida es ésto. Es lo que me gusta».
Su misión: «Yo siempre digo que Dios te pone para algo, para algo estás en la vida. Dios no me dio hijos. A lo mejor son ellos... Todos tenemos una misión en la vida, para mí es ésta. Yo los amo y sufro por ellos».
Sus amores: «Ellos son incondicionales. Saben si estás enfermo, si te sentís mal. No te molestan para nada. Y no les hace falta hablar, porque con la mirada te dicen todo».
Su compromiso: «Yo los entrego con un contrato de adopción, consulto a los adoptantes cuáles son las comodidades que poseen; si tienen chicos, de qué edades...
Y les aclaro que si por algún motivo no los pueden tener más, que me los traigan de nuevo».
«Yo sé que estoy muy cuerda», aseguró SILVIA RÍOS. «Y aunque algunos me digan que estoy loca, no me importa,
porque soy feliz».
Por adopciones o donaciones, comunicarse al tel. 4218-6545 o al cel. 153-690-6559.
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